26 ABRIL: Ni en Gernika ni en Alepo ¡Basta ya! Actuaciones in memoriam.

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Ni en Guernica, ni en Alepo. Ni en Mosul, no en Rojava. Ni en Somalia, ni en Yemén. Ni en Palestina, ni en Sudán del Sur. Ni en Nigeria ni en Eritrea… El 26 de abril desde las 19hs estaremos reivindicando el derecho a la paz de los pueblos del mundo y el necesario e inmediato cambio en las políticas migratorias y de asilo que condenan a la muerte a millones de personas que huyen de las guerras, la persecución y el hambre.

Apunta: 26 de Abril de 19:00 a 21:00h frente a la entrada del Museo Reina Sofía (C/Santa Isabel, 52 MADRID)

Contaremos con la INTERVENCIONES de:

Mujeres de negro (performance “pisadas”)

Red Solidaria de Acogida (performance “bombardeo”)

Sustrai dantza taldea (grupo de danza de la Euskal Etxea de Madrid)

Docakene (danza y Música de Costa de Marfil)

Lecturas de poesías y prosa

Rojava Azadi (baile kurdo)

Colectivo Valientes Banglas: lectura

Y otras sorpresas….

Además de estas actuaciones se leerá el siguiente MANIFIESTO:

“Ochenta años separan los bombardeos de Guernica de la actualidad en Siria y, en particular, en la ciudad de Alepo. Ochenta años y se repiten las imágenes de muerte y destrucción, la desolación de ciudades arrasadas por las bombas. Se reitera el dolor de pueblos enteros obligados a huir, el olor a muerte impune, a cadáveres que a nadie importan, a violencia sin sentido. Otra vez la pena de familias separadas, arrancadas de sus tierras, obligadas a desplazarse y rehacer sus vidas muy lejos de esos lugares donde alguna vez soñaron ser presente y futuro. No hemos aprendido nada.

El 26 de abril de 1937, las campanadas de la iglesia de Gernika alertaban de la llegada de aviones fascistas. Bombas incendiarias y todo tipo de proyectiles dejaron al pueblo bajo las llamas. Aviones alemanes e italianos que respondían al régimen franquista redujeron la ciudad vasca a escombros calcinados. Nunca se supo a ciencia cierta la cantidad de muertes, según el gobierno vasco habría rondado las 1800 víctimas fatales.

La semana pasada fuimos testigos de un nuevo ataque con armas químicas en Siria, en la que resultaron asesinadas casi un centenar de personas, muchas de ellas niños y niñas. Siete años de guerra se han cobrado más de 300mil vidas y desplazado de sus casas a la mitad de los veintitrés millones de habitantes de ese país.

Asistimos al continuo despropósito de las potencias del mundo que no dudan en arrasar poblaciones enteras en defensa de sus intereses económicos y geopolíticos. Unas y otras justifican sus acciones belicistas, sus bombardeos. Todas hablan de paz y democracia, y nos matan a cañonazos mientras venden armas a regímenes y dictaduras, y ocupan países, e imponen gobiernos para llegar con sus empresas a quedarse con todas las riquezas.

Pero Alepo y Siria no son el único caso. No podemos ni queremos olvidarnos de las ruinas de Mosul en Irak, o de Gaza, en Palestina. Tampoco de la dramática situación que viven las poblaciones de Afganistán, Sudán, Somalia, República Centroafricana, Nigeria, o Yemen por citar solo algunos de los conflictos que condenan a millones de personas al exilio, cuando no a la muerte.

No es casualidad, entonces, que nos encontremos ante la mayor cifra de desplazadas y desplazados en la historia de la humanidad: más de sesenta y cinco millones de personas han tenido que dejar su hogar en forma forzada para poder sobrevivir. Consecuencias del hambre, de las guerras, de la persecución y el expolio.

Y sin embargo, los mismos países que hacen de la guerra un gran negocio, les niegan la posibilidad de rehacer sus vidas, les cierran sus puertas y dificultan su camino. Porque las fronteras también son un negocio que no entiende de derechos, ni de la libertad de circulación, ni de asilo, ni de refugio.

En este contexto, España no es la excepción, sino por el contrario una alumna adelantada a la hora de probar métodos represivos  de control fronterizo. Hace más de dos décadas que las vallas de Ceuta y Melilla han mostrado una enorme eficacia. Y sus pelotas de goma y sus concertinas, y sus ilegales expulsiones en caliente, y su externalización de fronteras, pagando a gobiernos como el de Marruecos para que haga gran parte del trabajo sucio contra las personas migrantes.

Pablo Picasso conmovió al mundo cuando en 1937 presentó en París su “Guernica”, un símbolo de paz y de lucha contra la muerte. Imaginamos que si aún viviera aquella obra sería muy similar a la que hemos preparado para hoy, con los colores que representan a esas millones de personas que por no ser consideradas “refugiadas”, se les reprime una y otra vez, se les detiene en nuestros metros, se les persigue en nuestras calles, se les encierra en los Centros de Internamiento de Extranjeros y se les deporta. Migrantes, ciudadanas del mundo, personas en movimiento. Sin categorías que no hacen más que justificar lo injustificable.

Por eso, como sociedad civil, queremos alzar nuestra voz contra todas las Guerras, las ocupaciones y los expolios. Es hipócrita que nuestros Gobiernos se horroricen por Aylán, por los ataúdes en Lampedusa o por los niños asesinados en Homs, Mosul o Alepo, y sigan levantando muros y firmando acuerdos que niegan sus derechos e impiden su protección.

Las políticas securitarias y de control fronterizo de la Unión Europea y de cada uno de los Estados que la conforman son responsables directas en haber convertido el Mar Mediterráneo en la mayor fosa común de este planeta: más de 5000 personas muertas en 2016. Demasiadas historias truncadas para seguir esperando algo de nuestros Gobiernos y su cinismo hipócrita.

¡No podemos seguir mirando para otro lado! ¡No queremos seguir mirando para otro lado! Porque la historia vuelve a repetirse una y otra vez y siempre nos ha tocado estar del mismo lado, el de las víctimas, el de las y los perseguidos, el de las y los desplazados.

Por eso este acto, este encuentro, para recordar las muertes de ayer y hoy nos unen en una lucha histórica por los Derechos Humanos de todas las personas. Queremos vías seguras para quienes huyen del hambre y de las bombas, pero también compromisos en serio con quienes ya están aquí.

Ya no son suficiente gestos simbólicos. La verdadera acogida es mucho más que un deseo, es una decisión política clara y contundente que debe involucrarnos a todas y a todos. Sólo así las administraciones se verán obligadas a llenar de contenido un “Refugees Welcome” que hoy resulta insuficiente.

El gran reto de la sociedad organizada es torcer el pulso a la decisión de los gobiernos europeos de cerrar fronteras y pisotear derechos. No debemos perder de vista que la lucha de las sociedades es la única respuesta posible ante el cerrojo institucional que se está llevando por delante tantas vidas inocentes.

No cesaremos en nuestro empeño. Por todas las personas asesinadas, pero especialmente por todas aquellas a las que el Estado español y los de la UE siguen arrebatando sus derechos.

Ni en Guernica ni en Alepo. ¡Basta ya!”

 

Acude y difunde ¡Nos vemos de nuevo en las calles!

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